El Circo del mal gusto   
   Si hay algo que identifica al cine de John Waters es su galería de personajes desopilantes, freaks de circo y especímenes dignos de vivir en otro planeta. Este es quizás su mayor talento: descubrir y extraer del más profundo pozo del anonimato a personas capaces de reírse de sí mismas y hacer gala -como si se tratara de virtudes loables- de sus peores defectos y anormalidades. 
   Travestis, gays, hermafroditas transexuales, gordas de más de 120 kilos, flacas neuróticas, viejas desquiciadas, contorsionistas tirapedos, comedores de vómito, exhibicionistas... Esos son los héroes de las historias relatadas por Waters en sus películas. Entre todos ellos, el más emblemático, divertido y repugnante es, sin dudas, la famosa Divine, superestrella glamorosa, con mucha pose de diva hollywoodense, toneladas de maquillaje y lentejuelas. Es la primera y más audaz estrella draq-queen, la peor de todas, la más depravada y asquerosa. 
   “¿Cuáles son sus creencias políticas?”, le pregunta un periodista casi al final de Pink Flamingos y ella, con absoluta naturalidad y despecho, responde: “Matar a todos, perdonar el asesinato en primer grado, apoyar el canibalismo, comer mierda... Esa es mi política y mi vida”. 
   Su verdadero nombre fue Harris Glenn Milstead y nació el 19 de octubre de 1945 en Baltimore, donde conoció a Waters. Entre ambos crearon al personaje que lo hizo famoso: una mezcla entre la pasión desmedida de Glenn por Liz Taylor y el talento visionario del director. Su aparición en las películas la hizo tan o más famosa que el propio Waters, al punto tal que montó su propio espectáculo, “Divine y sus estimulantes chulazos”, grabó un álbum de música disco de la mano de Bobby O, el primer productor de los Pet Shop Boys, actuó en varias obras de teatro y en las películas “Lust in the Dust” (Paul Bartel) y “El callejón de los sueños” (Alan Rudolph), donde hizo su primer y único papel como hombre (salvo por aquella recordada actuación en “Female Trouble”, donde hacía de hombre y mujer a un tiempo y se violaba a sí misma). 
   Otro personaje entrañable dentro de este grupo de guarros y caraduras es Edith Massey. Esta abuelita cariñosa, paciente y medio tarada fue descubierta por Waters en un local de Baltimore, luego de lo cual la fichó para su película “Multiple Maniacs” (1970), donde hace de bailarina que nunca recuerda sus líneas. Otros de sus papeles mejor logrados fueron los de una abuela que come huevos sin parar y vive encerrada en una cuna para bebés, en “Pink Flamingos”, y el de una reina tirana y despótica custodiada por un ejército de homosexuales, en “Desperate Living” (1977). Al igual que Divine, montó su propio grupo musical, “Jan and the Rockajets”, banda que se reconvirtió al punk cuando este movimiento estaba en pleno auge en Europa y los Estados Unidos. 
   La lista de personajes grotescos no estaría completa sin nombrar a David Lochary, sucio pervertido y alter ego de Waters en sus filmes, recordado principalmente por sus papeles de villano y por el personaje de exhibicionista que desempeñó en “Pink Flamingos”, donde sale a las calles de Baltimore a asustar jovencitas con una larga longaniza atada a su pene; Mink Stole, la mala loca de casi todas las historias, Mary Vivian Pearce, otra chiflada, Traci Lords, la más famosa, joven,  hermosa y provocadora entre las actrices del cine pornográfico norteamericano durante la década de los 80, y artistas tan famosos actualmente como Iggy Pop, Johnny Depp y Kathleen Turner. 
   En definitiva, lo que hace John Waters con los protagonistas de sus filmes es recoger todos los personajes prototípicos del cine americano comercial y darles un giro retorcido y mordaz para adaptarlos a sus particulares historias. La madre de familia protectora, el hijo rebelde, la abuela chistosa, los vecinos envidiosos, e  incluso personajes de cuentos de hadas como la reina mandona, la princesa alocada, el príncipe azul... De esta forma sus comedias se transforman en ácidas críticas a la sociedad americana, a sus costumbres y a sus valores más arraigados. 
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