La obra de Lovecraft
(por Fernando García)

   Howard Phillips Lovecraft nació en la ciudad de Providence, capital del estado norteamericano de Rhode Island, el 20 de agosto de 1890 y murió en la misma ciudad el 15 de marzo de 1937. Su obra ha tenido una importancia esencial en la historia de la narrativa del terror.

Ilustración de Breccia sobre las historias de H. P. Lovecraft.    Lovecraft legó a la literatura una considerable cantidad de poesías, ensayos sobre diversos temas (letras, historia, arqueología, política, estética, astronomía, física, arquitectura, geografía, etc.) y un inmenso epistolario (Lyon Sprague de Camp calcula en cerca de cien mil las cartas que dejó escritas), pero su presente renombre se debe al valioso aporte brindado al terror literario por sus narraciones (cincuenta y seis cuentos, una novela, y un número indeterminado de historias escritas en colaboración con otros autores o bajo seudónimos no siempre identificados). Desde su primer cuento, el relato macabro tradicional titulado La bestia en la cueva (The Beast in the Cave, 1905), hasta la novela inconclusa El que Acecha en el Umbral (The Lurker at the Threshold, terminada por su amigo August Derleth en 1945), la obra de Lovecraft es la contribución más trascendente realizada en este siglo a la narrativa de horror, además de ser el acta de fundación de la escuela del terror realista, única tendencia literaria capaz de disfrutar la preferencia de los lectores al influjo de Edgar Allan Poe.

   Una cita del ensayo El Horror en la Literatura (Supernatural horror in literature) nos acercará a su visión del tema:

El cuento verdaderamente sobrenatural tiene algo más que los usuales asesinatos secretos, huesos ensangrentados o figuras amortajadas y cargadas de chirriantes cadenas. Debe contener cierta atmósfera de intenso e inexplicable pavor a fuerzas exteriores y desconocidas, y el asomo expresado con una seriedad y una sensación de presagio que se van convirtiendo en el motivo principal de una idea terrible para el cerebro humano: la de una suspensión o transgresión maligna y particular de esas leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única salvaguardia frente a los ataques del caos y de los demonios de los espacios insondables.

Ilustración de Breccia sobre las historias de H. P. Lovecraft.    Estas líneas nos muestran algunas de las características más visibles del estilo de Lovecraft: una marcada preferencia por lo alusivo antes que por lo descriptivo, una adjetivación que no deja de recordarnos a la prosa del Barroco (Francisco de Quevedo y Samuel Johnson fueron dos de los autores preferidos por Lovecraft) y, especialmente, el énfasis puesto en la importancia de la ambientación, por encima de los caracteres o -incluso- del propio argumento.

   Demás está decir que toda clasificación obedece más a las necesidades de la exposición crítica que a las características intrínsecas de la literatura, pero, siquiera para comodidad nuestra, la narrativa de Lovecraft podría dividirse en tres conjuntos principales: relatos macabros tradicionales que presentan una marcada influencia de Edgar Allan Poe -tales como El Alquimista (The Alchemist, 1908), La Tumba (The Tomb, 1919) o La música de Erich Zann (The Music of Erich Zann, 1921), entre otros-; historias fantásticas marcadas por el influjo de Dunsany -Memoria (Memory,1919), Los Gatos de Ulthar (The Cats of Ulthar, 1920), Ex Oblivione (1921), etc.- y el ciclo de narraciones que solemos conocer como los "mitos de Cthulhu", y que marcan la plena estructuración del terror realista, por su concepción abstracta del horror, su ambientación opresiva y el diestro recurso de los procedimientos técnicos de la novela naturalista aplicados para una mayor eficacia del género. Cuentos como La Sombra sobre Innsmouth (The Shadow over Innsmouth, 1931), La Cosa en el Umbral (The Thing on the Doorstep, 1933) o El Morador de las Tinieblas (The Haunter in the Dark, 1935), configuran una nueva escuela en la narración de terror, además de haber influído en escritores ajenos a la lengua inglesa (Lovecraft ha encontrado seguidores en las literaturas castellana, catalana, gallega, francesa, etc.) y en artistas plásticos, cineastas o músicos.

   Lo cierto es que una visita atenta a la obra de este caballero de Providence nos muestra que estamos ante mucho más que "un parodista involuntario de Poe", como lo definiera, en las páginas de El Libro de Arena, el genial, arbitrario -y en esta ocasión mal informado- Jorge Luis Borges.

Ilustración de Breccia sobre las historias de H. P. Lovecraft.