La obra de Lovecraft |
Howard
Phillips Lovecraft nació en la ciudad de Providence, capital del estado norteamericano de
Rhode Island, el 20 de agosto de 1890 y murió en la misma ciudad el 15 de marzo de 1937.
Su obra ha tenido una importancia esencial en la historia de la narrativa del terror.
Una cita del ensayo El Horror en la Literatura (Supernatural horror in literature) nos acercará a su visión del tema:
Demás está decir que toda clasificación obedece más a las necesidades de la exposición crítica que a las características intrínsecas de la literatura, pero, siquiera para comodidad nuestra, la narrativa de Lovecraft podría dividirse en tres conjuntos principales: relatos macabros tradicionales que presentan una marcada influencia de Edgar Allan Poe -tales como El Alquimista (The Alchemist, 1908), La Tumba (The Tomb, 1919) o La música de Erich Zann (The Music of Erich Zann, 1921), entre otros-; historias fantásticas marcadas por el influjo de Dunsany -Memoria (Memory,1919), Los Gatos de Ulthar (The Cats of Ulthar, 1920), Ex Oblivione (1921), etc.- y el ciclo de narraciones que solemos conocer como los "mitos de Cthulhu", y que marcan la plena estructuración del terror realista, por su concepción abstracta del horror, su ambientación opresiva y el diestro recurso de los procedimientos técnicos de la novela naturalista aplicados para una mayor eficacia del género. Cuentos como La Sombra sobre Innsmouth (The Shadow over Innsmouth, 1931), La Cosa en el Umbral (The Thing on the Doorstep, 1933) o El Morador de las Tinieblas (The Haunter in the Dark, 1935), configuran una nueva escuela en la narración de terror, además de haber influído en escritores ajenos a la lengua inglesa (Lovecraft ha encontrado seguidores en las literaturas castellana, catalana, gallega, francesa, etc.) y en artistas plásticos, cineastas o músicos. Lo cierto es que una visita atenta a la obra de este caballero de Providence nos muestra que estamos ante mucho más que "un parodista involuntario de Poe", como lo definiera, en las páginas de El Libro de Arena, el genial, arbitrario -y en esta ocasión mal informado- Jorge Luis Borges. |