Vida de Howard Phillips Lovecraft
(por Eduardo Giordanino)

   Howard Phillips Lovecraft, autor de relatos y novelas fantásticas, es uno de los maestros clásicos del cuento de terror del siglo XX. Vino al mundo en Providence (Rhode Island, EE.UU.) el 20 de agosto de 1890. En su Introducción a la literatura norteamericana Jorge Luis Borges --que en 1975 dedicó a su memoria uno de sus cuentos: There Are More Things-- nos dice que Lovecraft, «muy sensible y de salud delicada, fue educado por su madre viuda y sus tías. Gustaba, como Hawthorne, de la soledad, y aunque trabajaba de día, lo hacía con las persianas bajas.» Se crió sobreprotegido y solitario entre personas mayores, cuando jugaba con otros niños, teatralizaba escenas mitológicas, aburriendo a sus compañeros. En esos momentos corría a refugiarse en la gran biblioteca de su abuelo, donde eran mayoría los libros del siglo XVIII, cuyo estilo en prosa inglesa imitaba a la perfección. Allí asimiló historia, literatura, ciencia, y en especial astronomía, a la que era gran aficionado. Vivió una segunda vida en sus sueños, al punto que la mitad de su obra está regada con transcripciones de sus mundos oníricos, hecho que le valió el mote de «el soñador de Providence».

Portada del primer Necronomicon ilustrado por H. R. Giger.Portada del segundo Necronomicon ilustrado por H. R. Giger.    El principal vehículo de difusión de los relatos fantásticos de Lovecraft fue la revista Weird Tales, fundada en 1923, folletín con tapas sensacionalistas y una abirragada mezcla de géneros literarios, precursora de innumerables publicaciones posteriores de los aficionados a la ciencia ficción, género que crecería en popularidad y circulación en la posguerra, desplazando al género fantástico. Lovecraft se ganaba la vida como corrector de estilo y ghostwriter, tareas que redujeron la dedicación a su propia obra, si bien en estas "colaboraciones" (donde a veces ni figuraba como coautor) intercaló gran parte de su propia mitología. La justicia que otorga el tiempo hace que hoy leamos los nombres de sus clientes sólo porque figura HPL como colaborador.

   Esta situación, sumada al hecho de que la mayor parte de sus escritos se publicaron en revistas populares, junto con la ausencia de traducciones, provocó un desconocimiento por parte de la crítica especializada sobre la obra lovecraftiana. Cuando sus obras se publican en libro en la década del '40, y cuando más tarde comienzan las traducciones en francés y español, crece su popularidad en la literatura europea y mundial (como había pasado con Poe, rescatado para el orbe por su traductor Charles Baudelaire). En Francia la revista Planète publica Hypnos y la prestigiosa L'Herne le dedica un número completo, mientras que en Argentina y España aparecen las primeras traducciones al español.

   Cuando Lovecraft muere en 1937 era célebre sólo en un reducido grupo de amantes de los relatos fantásticos. Su fama póstuma se debe principalmente a August Derleth (1909-1971), de Sauk City (Wisconsin, USA), amanuense, admirador y corresponsal suyo desde 1925 y a Donald Wandrei. Derleth es uno de los autores más prolíficos de este siglo, con casi 150 libros y miles de contribuciones a revistas y periódicos de todo el mundo. Realizó una fructífera acción en el campo de la literatura fantástica, divulgando no sólo a su maestro sino presentando las obras de Ray Brabdury, Robert Bloch, etc., y rescatando del olvido a autores como Sheridan Le Fanu, Arthur Machen, o Algernon Blackwood. Poco tiempo después de la muerte de Lovecraft, Derleth fundó con Wandrei una editorial con el nombre de una de sus ciudades imaginarias: "Arkham House", en la que publicó en forma de libro su obra (que incluye poesía y ensayos), dispersa hasta entonces en antologías, revistas de tipo pulp fiction como Weird Tales o Argosy (llamadas así porque estaban impresas en papel de pulpa, el más barato), una voluminosa correspondencia y numerosos manuscritos con proyectos de relatos, borradores y apuntes.

   La obra de Lovecraft contiene numerosos cuentos y varias novelas cortas, cuya primera época está dominada por el influjo de Edgar Allan Poe, a quien admiraba. Más tarde incorporará nuevos elementos procedentes de los ingleses Arthur Machen, Lord Dunsany y William Hope Hodgson logrando un nuevo estilo de relatos en los que predominan una precisa descripción local de Nueva Inglaterra (la costa nordeste de Estados Unidos) y la aparición de una mitología pletórica de razas prehumanas, conocidas con el nombre de los «mitos de Cthulhu». Todos estos nuevos dioses protagonizan la mayor parte de los relatos intervieniendo en los designios humanos. Este corpus mitológico agrupa una serie de trece relatos interconectados, escritos en un lapso de 14 años, desde 1921 a 1935.

Pintura del Necronomicon de Giger.    La Enciclopedia Británica define el tema de los Mitos de Cthulhu como «la dislocación del tiempo y del espacio, que incluye seres horrorosos de origen extraterrestre.» Refiriéndose a sus mitos, dijo Lovecraft: «Todos mis relatos, por muy distintos que sean entre sí, se basan en la idea central de que antaño nuestro mundo fue poblado por otras razas que, por practicar la magia negra, perdieron sus conquistas y fueron expulsadas, pero viven aún en el Exterior, dispuestas en todo momento a volver a apoderarse de la Tierra.» Encontramos en sus relatos a seres de eras pretéricas que suelen morar en cuerpos humanos para estudiar el universo conocido con el objetivo de recuperar su dominio y poder sobre los elementos; o vemos en otras narraciones personas de nuestra época cuyas almas son captadas por estos seres y de este modo exploran, durante el sueño, mundos lejanos en el tiempo y en el espacio donde acechan las entidades primordiales aguardando el momento de recuperar su reino perdido.

   Todos estos relatos suelen tener un protagonista de costumbres solitarias y aficiones cultas, muchos de ellos estudiantes de arqueología, profesores universitarios, o simplemente parientes de alguien que les deja entre su heredad pistas de los dioses Primordiales, viéndose así involucrados en extraños sucesos. En estos momentos el protagonista suele emprender un viaje y entonces Lovecraft despliega todo su arsenal escenográfico de atrayentes climas descriptivos y ajustada ambientación, con los que logra efectos opresivos, como en el cuento La ciudad sin nombre (1921), que relata las peripecias de un explorador en el cambiante desierto árabe, o en La sombra más allá del tiempo (1934), donde un profesor universitario comienza a sufrir lapsos temporales y permanece atrapado en lugares y épocas ajenas a la vida humana. Esta obra, junto con la novela El caso de Charles Dexter Ward (1927), donde retoma el tema del doble, están consideradas como lo mejor de su producción. Con respecto al realismo de sus cuentos, la Enciclopedia Británica señala que «sus conocimientos de Historia y Geografía y su interpolación de una mitología elaborada han otorgado a sus escritos una verosimilitud inesperada en la literatura fantástica.»

   Como Mark Twain y Wiliam Faulkner con sus relatos costumbristas, creó ciudades imaginarias en su amada Nueva Inglaterra: Arkham es una transfiguración de Salem (Massachussets), y Dunwich de Hamden (Connetticut); pero otras aventuras tienen como escenario la Antártida, como en el relato En las montañas de la locura (1931), donde retoma elementos de La Narración de Arthur Gordon Pym de su admirado Edgar Allan Poe, mientras que en otros casos nos lleva hasta Aldebarán o la mítica Kadath. En estos escenarios sus atribulados personajes deambulan indagando sobre los orígenes de tenebrosos sucesos, huyendo aterrorizados por la aparición de los dioses primordiales que perturban nuestro continuum espacio-temporal de tres dimensiones.

   Todo dios que se precie posee su libro sagrado, y no podía faltar la Biblia del terrible Cthulhu: se trata del famoso tratado de magia negra y conjuros portentosos denominado Necronomicon, escrito por el poeta árabe Abdul Alhazred en el año 700 en Damasco, que llegó a Occidente por medio de traducciones al griego y latín (se cree que el misterioso Dr. John Dee realizó una traducción al inglés) . Este libro es terriblemente peligroso --se afirma que leerlo produce insania-- y se lo mantiene bajo llave en muy pocas bibliotecas como las del Vaticano, el British Museum, o en la de la Universidad de Buenos Aires. Todos los adoradores de Cthulhu suelen atravesar ominosas peripecias para llegar a obtener la información necesaria de este arcano maldito, que contiene las claves para permitir el regreso triunfal y apocalíptico de Cthulhu y sus huestes, que acechan en las fronteras espacio-temporales aguardando que sus temibles y degenerados sectarios abran las puertas dimensionales mediante extrañas invocaciones mágicas y sacrificios.

Pintura de H. R. Giger.    Con sus nuevos dioses y sus temibles sectarios Lovecraft creó un mundo imaginario en las grietas del racional y ordenado siglo XX, pero dejó las puertas abiertas en sus ficciones y hoy ciertas sectas empalidecen sus más terribles alucinaciones. Si algunos neo-budistas fabrican bombas atómicas con la esperanza de borrar la raza humana de la tierra y lograr así la paz final en el planeta, el caos que surge del orden vaticinado por el «soñador de Providence» en sus obras quizás no sea tan fantástico.

   Lovecraft abandonó este mundo en 1937 en su ciudad natal, dejándonos un virtuoso legado: sus hermosos y alucinantes relatos, que para los lectores auténticamente imaginativos son símbolos y signos que abren hermosos reservorios de recuerdos atávicos, de manera que podemos considerarlo no sólo como escritor, sino como un poeta que hace de cada lector un soñador.